viernes, 31 de agosto de 2018

LA LAGARTIJA DE FRAY RAMON DE ROXAS




Hallábase leyendo el oficio en su celda de la Recolección, cuando tiro súbitamente el breviario y lanzándose a la galería, gritó al sacristán:

- ¡Pronto, Juan! Vamos, unas cataplasmas. ¡Pronto!. El sacristán atento siempre a estos arrebatos, se fue detrás de Fray Ramón que volaba sobre las conventuales calles metropolitanas, hasta llegar al bajadero del río del Arenal, en donde encontrara a un hombre que se estaba ahogando…!

Rápido, febricitante, corrió el fraile y cortó el lazo, y cuando tornó á sus sentidos, le dijo, como si estuviese sabido de todo:

-  Desventurado! Cómo dejas a tu esposa y a tus pequeñuelos. Te salvas pero a ellos les condenas a una vida de miserias. Crees que Dios mira con agrado estos sacrificios.

¡Padre Ramón…!

-  ¿Cuánto debes? Toma aquí tienes esta joya. Es una lagartija de esmeraldas. Ve donde el prestamista, sino conoces, cualquier covachuelista te lo indicará. Trabaja y cuando tengas el dinero la redimes.

Como en sueños el hombre y el sacristán vieron que Fray Ramón tomo de la hojarasca una lagartija y envolviéndola en un papel la dio al ahorcado. Luego se levantó y bendiciéndole, le dijo:

-  Anda, hermano. Piensa que socorro de abajo puede ser socorro de arriba, que Dios te bendiga y te haga bueno. Amén.

El hombre se quedó como quien ve visiones, como si le hubiesen arrojado un puñado de royos en los ojos.


Refiere la leyenda que algún tiempo después, cuando Fray Ramón, iba de camino a Lima, de donde no tornó jamás, el hombre del Arenal, corrió tras él hasta darle alcance en el Realejo, para entregarle la lagartija de esmeraldas.

-   Bueno hijo, has hecho bien, pongámosla entre la hierba porque la pobrecilla tiene mucho tiempo de no comer.

-  Anda, hermana lagartija, continuó, a seguir errando por el monte.

Y el hombre del Arenal vió al animalito correr entre la hojarasca.

Gustavo A. Prado
San Salvador, enero de 1926

Revista El Ateneo de El San Salvador 

miércoles, 29 de agosto de 2018

VACIOS POR LLENAR



Cuando una relación termina, no hay retorno en el corazón.
Cada intento de reconciliación se convierte en vacíos por llenar.
Los colores se esfuman, el gris navega en nuestras palabras.
Los recuerdos son anclas atadas al infortunio de la esperanza.

Nada habita en el pozo del amor, solo sombras y turbiedad.
El eco se ahoga entre las rajaduras de los ladrillos del presente.
Dos lágrimas deslizan por la soga, buscan la oscuridad del fondo,
El viento mece el balde oxidado, colgado en un amor apolillado.

Los arboles extienden sus brazos, ocultan el sol germinante de paz.
Las raíces distantes del rio apagado marchan a otro mar de amor.
Las caricias del viento deshojan las manos cargadas de flores secas,
El tronco cada día se curva soñando con el filo del hacha de olvido.

Nuestro amor muere en la orilla como un pez expulsado del cielo,
Deseando ser enterrado bajo las arenas de amores sin final feliz.
Los castillos de coral se desmoronan, el mar sangra, el mar muere,
Las huellas de la felicidad se borran con la espuma de un amor ido.

Los caminos arados con pasión ceden ante la mala hierba del tedio,
Las semillas se pudren bajo la tierra muerta regada por la amnesia.
El campesino abandona el campo, carga las maletas de esperanza.
La choza abandonada con el tiempo será un recuerdo en el corazón.